martes, 15 de septiembre de 2015

La leyenda de los besos

Pos me contaron en una ocasión que había una vez una moza que se enamoró de un mozu muy trabajador, pero muy pobre.
Ella se llamaba Lucía y él Miguel. La moza tenía güena hacienda y además era muy guapa.
Los sus padres vieron con malos ojos aquel noviazgu porque el cortejador era pobre y prohibieron a Lucía que parlaba con él. Pero con este mal mirar echaron más leña al fuego, como suel decirse, y los mozos se querían con más juerza que antes y se veían toas tardes cuando cuando Lucía iba a la fuente.
Un día los vio el padre de la moza y golvió a prohibirla que hablara con el muchachu. Entonces diz que había unas anjanas malas que se  guarecían en las cuevas. Como Lucía no hacía casu de las palabras de su padre, la cogió un día del brazu y la llevó a la cueva de una anjana mala pa´que la encantara y la tuviera allí hasta que se le pasara el enamoramientu.
Cuando el padre llamó con un palu en una piedra ennegrecía que estaba a la entrá de la cueva. salió la brujona vestía con mantu negru adornau de sapos volanderos. La cara la tenía muy descoloría y la nariz muy larga y muy pindia, como la del milanu. El padre descariñau la dijo lo que quería que hiciera con la moza, pero antes de separarse de ella, la hizo estas preguntas:

- ¿ Te arrepientes de haberme desobedecíu?
- ¡No me arrepiento! Yo siempre le he queríu.
-¡ Me das tu palabra de no volverle a dar conservación!
- ¡No puedo hacer lo que no dice mi corazón!
- Pos entonces aquí te quedarás encantá y serás maldecía.
- Me quedaré encantá y puede que sea maldecía.

Entonces la anjana mala hizo una cruz en suelu con una picaya retorcía y negra que tenía en la mano izquierda. Después pisó la cruz con el pie izquierdu y mirando a la moza a los ojos la dijo estas palabras:

- El que contigo se quiera casar,
  tres besos te ha de dar,
  el primeru en el pulgar,
  el segundo en el calcañar
  y el terceru encima del espaldar.

La brujona cogió a la moza y la metió en la cueva.
Miguel estaba desconsolau aquella noche. Creía que a Lucíala habían cerrau en casa y que no la dejaban salir ni a la juente. Estuvo toa la noche rondando la casa y al amanecer se le apareció una anjana de las güenas y le dijo estas palabras:

- El su padre la llevó
  y una bruja la encantó
  y tres besos la tienes que dar,
  si la quieres desencantar;
  El primeru en el pulgar,
  el segundu en el calcañar
  y el terceru encima del espaldar.
  A la  cueva del Dueso irás
  y de allí la sacarás.

Después que dijo esto le dio una ramuca de fresnu y golgió a decirle:

- Con esta rama darás
  en la piedra del entrar
  y cuatro cruces harás
  y después las besarás.

El mozu dio las gracias a la anjana güena y aquella misma noche escondió la rama de fresnu debajo de la blusa y se jue anda que te anda.
Cuando iba por el caminu alcontró a una vieja muy pobre, y cuando pasaba le dijo:

- El puente se cayó
  y por pocas me ahogo yo.

Y el mozu la contestó:

- Por el ríu pasaré
  y con ella le rebasaré

La vieja golgió a decirle:

- Cuatro lobos alcontré.

Y el mozu la respondió:

- Cuatro lobos mataré.


La vieja golgió a decirle:

- Anda que andarás
  a la cueva no llegarás.

El mozu golgió a responder a la pobre:

- Anda que te andaré
  a la cueva llegaré.
  Con esta rama llamaré
  y cuatro cruces besaré.

La vieja dio un una bufíu como un gatu que se quema y desapareció convertía en un murciélagu muy grande que iba diciendo por el aire:

- Anda que te andarás
  con ella no te casarás.

Era la bruja de la cueva que se había convertíu en pobre pa´ decirle aquellas mentiras y hacer que se golgiera por el miedu.
Más allá encontró a una moza mu´guapa, vestía de seda. Cuando pasaba por su lao le dijo como haciéndole muchas zalamerías:
- Tengo riquezas y ganas de enamorar.
Gustaríame un mozu que supiera trabajar y de mi hermana cuidar.
Y el mozu respondió:

- Yo estoy enamorau
  y no la cambiaré.
  Ni por rica ni por guapa
  a Lucía dejaré.

La moza empezó a hacerle más zalamerías, pero el mozu cerró los ojos pa´no ver la guapura y el luju de la muchacha y siguió andando. La moza dio otro bufíu y golgió a convertirse en murciélagu. También era la bruja que quería enamorarle.
Siguió andando y al subir por un prau le vio lleno de monedas de plata y de oru. Se agachó y cogió una to´asustao por aquella riqueza que tenía delante de sus ojos.
Después cogió otra y por fin llenó todos los bolsillus, pero todavía había muchas monedas en el prau. Se quitó la blusa y la puso como una talega y la lleno de oru y de plata. Y todavía había más riqueza en el prau. Cargo con la blusa y corriendo como una liebre se golgió a su casa y escondió las monedas en un arca muy grande. Cogió un sacu y golgió al prau. Golgió a llenarlo y sudando de cansanciu jue otra vez a casa y así estuvo hasta el mediudía.
El egoísmu le quito el sentiu del cariñu. A la otra noche golió a la cueva y se encontró con más monedas en el prau. Las cogió y las llevó a su casa.
Así pasaron muchas noches, y al cabu de un tiempo no golgió a acordarse de la pobre Lucía. Compró muchas tierras y muchos praus, y cuando abrió el arca pa´pagar se encontró con que las monedas se habían convertíu en ceniza. Desesperau se jue al pueblu y no se golgió a saber más de él.


Relato sacado del libro "MITOS Y LEYENDAS DE CANTABRIA" Escrito por Manuel Llano.

lunes, 10 de agosto de 2015

El caballero, la señorita y el jándalo

Había en los Tojos un mozu muy jaque que golvió de Andalucía con su porqué de dineru y una gÜeña alforjá de fantasías.
A los pocos días de golver cortejó a una moza y la dejó porque no tenía hacienda. La pobre moza se enamoró y lloraba con toda el alma el despreciu del muchachu.
Rondó a otra moza y también la dejó después que estaba enamorá como la otra. Hizo lo mismu con otras tres sin una pizca de remordimientu en la conciencia, que es onde duelen las malas obras.
Una noche del inviernu hicieron posá en los Tojos un caballeru vieju y una hija suya, muy guapa, que iban a Campoo amontaos en unos caballos blancos con unas pintas en la cara. Como la nevá era muy grande, el padre y la hija, que paecían muy ricos, se estuvieron en los Tojos hasta que escampara el tiempu y se quitara la nieve de los caminos, que entonces no eran reales ni limpios como ahora.
El jándalu que despreció a las cinco mozas desconsolás, vio a la señorita y se enamoró de ella y de los sus caudales, como un condenau. Era muy blanca y muy colorá en los carillos y tenía las trenzas muy majas y brillantes.
La doncella le puso al mozu gÜeña cara y el muchachu la cortejaba toas las noches.
Así jueron pasando los días y el jándalu cada vez estaba más enamorau. La señorita paecía que lo quería de güeña voluntá, pero a veces le daba como desaires delante de la gente, que le ponía colorau y le traían a mal traer.
Jue agÜenando el tiempu y la nieve se consumió en los caminos que llegaban hasta Campoo. El caballeru y la su hija prepararon los caballos pa´ seguir el viaje. En aquel instante llegó, hasta onde estaban, el jándalo enamorau y dijo a la señorita que se iba con ella, porque no podía pasar sin ver los sus ojos, y la señorita le dijo que si era verdá que la quería con gÜena intención de casamientu, que juera andando detrás de ella hasta llegar a Campoo.
El mozu dio unos blincos de alegría y empezó a andar detrás de los caballos blancos, que iban al trote. Al llegar a Tajayerru ya no podía con la su alma. Anjeaba de puru cansau que estaba y los caballos cada vez iban más deprisa . Le dolía tou el cuerpu y sudaba gotas bien grandes, onque el fríu apretaba. Se descalzó las abarcas y anduvo con los pies desnudos.
Los demoños de los caballos cada vez corrían más. Como la señorita lu dijo que si se cansaba y le perdía de vista que no contara con el casoriu, el mozu corría como una liebre. Pero too era en vanu. Los caballos trotaban y él se quedaba atrás desconsolau y llorando de pena, como las pobres mozas de las que se había reíu. De vez en cuando, la señorita se arrecataba y le decía como si estuviera cantando:

                                                          - Jueron una,
                                                             jueron dos,
                                                             jueron tres
                                                             y jueron cinco.

El mozu no entendía el cantar y seguía corriendo a cada momentu más destrozau.
Tovía faltaban gÜeños trezos de caminu pa´ llegar a Campoo. En esto empezó a caer más nieve y a ponese más oscuro. La señorita no paraba de arrecatarse y de cantar:

                                                        - Jueron una,
                                                          jueron dos,
                                                          jueron tres,
                                                         y jueron cinco.

Por fin el muchachu ya no podía alentar. Ya iba a perder de vista a los caballos que corrían al galope. Dio un gritu de rabia y de pena y se paró en metá del caminu, con las manos agarrás a los pelos. Quiso echar a correr pa´ alcanzar a la señorita y al vieju, pero no pudo movese. Desesperau de las juerzas que le faltaban, dijo con una voz que paecía un quejíu.

 -¡ Quién juera perru, pa´ correr y correr sin cansase...!

Y sin dase cuenta de lo que pasaba, empezó a ladrar. Se había convertíu en un perru muy grande y nuy flacu, negru y pardón y con unos ojos que relumbraban.
Empezó a correr, pero tuvo que pararse. Le habían salíu dos cuernos hacia abajo que lu pasaban por el lau de los ojos y por muchu que alevantara la cabeza, los cuernos rascaban el suelu y le echaban a la vista nieve y las pozas, con muchas salpicaduras, y por eso no podía andar deprisa.
Cuando era más juerte el su ladrar y los sus resoplíos, oyó a la señorita que lu decía cantando desde muy lejos la canción anteriormente dicha.
La señorita y el vieju eran dos anjanas que se habían apaecíu de aquellas trazas pa´ castigar al mozu. El perru diz que le comieron los lobos aquella misma noche...


Historia sacada del libro: "Mitos y leyendas de Cantabria" escrito por Manuel Llano.

                                                   

jueves, 30 de julio de 2015

Las Anjanas

Mieles y blanduras en el espíritu de las anjanas. Reflejos de bondades de misericordias, de mansedumbres, de virtudes muy hermosas y cabales. Un espíritu eternamente sosegado. Todas las virtudes de la humanidad guarecidas en el alma de la anjana que endereza en tuertos, remedia sinrazones, cura flaquezas y torna a los caminos derechos a los pecadores, a los re lapsos, a  los "torzios de inclinazión y bisojos de la conciencia". Ningún pensamiento áspero o amargo.
El corazón de las anjanas es una rosa muy grande con muchas gotas de miel en las hojas y "un roziu que diz que son las lágrimas de la Madre Dolorosa". "La voz de la anjana diz que es lo mesmu que la voz de los ángeles".
La palabra anjana es posible que tenga su etimología en Jana, nombre que se daba en España a las brujas.
Las anjanas vestían con un hábitu blancu, con unas pintucas relumbrantes que paecían estrellas.

Al alba abandonan las anjanas sus grutas secretísimas que tienen el suelo de oro y las paredes de plata. Malvises, tordos, pisonderas, rajucos, colorines, ruiseñores y jilgeros saltan a los hombros, a la gentil cavaz cabeza de las hechiceras y las "pían y las cantan unas cosas muy majas que nadie más que ellas pueden comprender.
A media mañana tornan a las grutas. Antes han limpiado las fuentes, han bendecido a los rebaños de los pastores buenos y han acariciado las desgarraduras de los árboles.

Las anjanas nada más que cantan dos cantares: uno muy alegre y otru muy triste.
"El cantar alegre paez una seguidilla de baile muy retorneá y el cantar triste paez un lamentu de una madre desconsolá. Si el día está turviu las anjanas cantan la seguidilla alegre y se pone claro; y si está claru cuando cantan el cantar triste se pone oscuru".

Cuando se perdía daque vaca na´ más que había que ir al monte y decir cuatro veces:


                                        Anjanuca, anjanuca,
                                        buena y floría    
                                        lucero de alegría
                                        ¿Dónde esta la mí vacuca?

Cuando se perdía alguna oveja había que decir:


                                      Anjana bendecía
                                      gÜelveme la oveja perdia.


Información sacada del libro Mitos y Leyendas escrito por Manuel Llano.
                                      

Mito cántabro. El Ojancano

Ya que soy de Cantabria y esto me parece bastante interesante quisiera dedicar una entrada a un monstruo legendario cántabro. El Ojancano.
A continuación escribiré la historia sacada de un libro que tenía mi abuela: "Mitos y leyendas de Cantabria, escrito por Manuel Llano.         Posdata: está escrito en cántabro.

El mito masculino, fiero, malhumorado, gigantesco, siempre pensando en destruir cabañas, en derrumbar árboles y puentes, en entorpecer las camberas y los senderos con grandes peñascos.
El ojáncano es la antítesis de la bondad; de la dulzura, de la misericordia de la anjana. Donde éste pone afecto, recompensa, humildad, regalo, pone el ojáncano rencor, castigo, soberbia, hurto. La anjana es como un símbolo de amabilidad, de virtud, de caridades profundas, incansables. El ojáncano es como un símbolo del odio, del enfado perpetuo, de todo lo que destruye, amenaza, desgarra y maltrata. Siempre con los malos pensamientos, con el agravio de sus fuerzas, con su instinto que "paez hechu de espinos, de lobu, de cuernu, de raposa." El ojáncano se alegra de la aflicción de los pastores enamorados, de los incendios que destruyen los bosques, de los ríos que inundan las mieses. Todos los percances que hacen sufrir a los hombre son para él motivo de alborozo.
Hay cierta coincidencia en la descripción del rostro, que es redondo, perfectamente redondo, de color amarillento con unas barbas largas, bermejas como una llama. Los cabellos son de un rojo menos intenso. Su único ojo en mitad de la frente, relumbra como una candela y está rodeado de unas arrugas pálidas con unos puntitos azules.
" Muy altu y muy delgau con los brazos gordos", se viste de una especie de zamarrón pardo de un lienzo desconocido.