jueves, 30 de julio de 2015

Las Anjanas

Mieles y blanduras en el espíritu de las anjanas. Reflejos de bondades de misericordias, de mansedumbres, de virtudes muy hermosas y cabales. Un espíritu eternamente sosegado. Todas las virtudes de la humanidad guarecidas en el alma de la anjana que endereza en tuertos, remedia sinrazones, cura flaquezas y torna a los caminos derechos a los pecadores, a los re lapsos, a  los "torzios de inclinazión y bisojos de la conciencia". Ningún pensamiento áspero o amargo.
El corazón de las anjanas es una rosa muy grande con muchas gotas de miel en las hojas y "un roziu que diz que son las lágrimas de la Madre Dolorosa". "La voz de la anjana diz que es lo mesmu que la voz de los ángeles".
La palabra anjana es posible que tenga su etimología en Jana, nombre que se daba en España a las brujas.
Las anjanas vestían con un hábitu blancu, con unas pintucas relumbrantes que paecían estrellas.

Al alba abandonan las anjanas sus grutas secretísimas que tienen el suelo de oro y las paredes de plata. Malvises, tordos, pisonderas, rajucos, colorines, ruiseñores y jilgeros saltan a los hombros, a la gentil cavaz cabeza de las hechiceras y las "pían y las cantan unas cosas muy majas que nadie más que ellas pueden comprender.
A media mañana tornan a las grutas. Antes han limpiado las fuentes, han bendecido a los rebaños de los pastores buenos y han acariciado las desgarraduras de los árboles.

Las anjanas nada más que cantan dos cantares: uno muy alegre y otru muy triste.
"El cantar alegre paez una seguidilla de baile muy retorneá y el cantar triste paez un lamentu de una madre desconsolá. Si el día está turviu las anjanas cantan la seguidilla alegre y se pone claro; y si está claru cuando cantan el cantar triste se pone oscuru".

Cuando se perdía daque vaca na´ más que había que ir al monte y decir cuatro veces:


                                        Anjanuca, anjanuca,
                                        buena y floría    
                                        lucero de alegría
                                        ¿Dónde esta la mí vacuca?

Cuando se perdía alguna oveja había que decir:


                                      Anjana bendecía
                                      gÜelveme la oveja perdia.


Información sacada del libro Mitos y Leyendas escrito por Manuel Llano.
                                      

Mito cántabro. El Ojancano

Ya que soy de Cantabria y esto me parece bastante interesante quisiera dedicar una entrada a un monstruo legendario cántabro. El Ojancano.
A continuación escribiré la historia sacada de un libro que tenía mi abuela: "Mitos y leyendas de Cantabria, escrito por Manuel Llano.         Posdata: está escrito en cántabro.

El mito masculino, fiero, malhumorado, gigantesco, siempre pensando en destruir cabañas, en derrumbar árboles y puentes, en entorpecer las camberas y los senderos con grandes peñascos.
El ojáncano es la antítesis de la bondad; de la dulzura, de la misericordia de la anjana. Donde éste pone afecto, recompensa, humildad, regalo, pone el ojáncano rencor, castigo, soberbia, hurto. La anjana es como un símbolo de amabilidad, de virtud, de caridades profundas, incansables. El ojáncano es como un símbolo del odio, del enfado perpetuo, de todo lo que destruye, amenaza, desgarra y maltrata. Siempre con los malos pensamientos, con el agravio de sus fuerzas, con su instinto que "paez hechu de espinos, de lobu, de cuernu, de raposa." El ojáncano se alegra de la aflicción de los pastores enamorados, de los incendios que destruyen los bosques, de los ríos que inundan las mieses. Todos los percances que hacen sufrir a los hombre son para él motivo de alborozo.
Hay cierta coincidencia en la descripción del rostro, que es redondo, perfectamente redondo, de color amarillento con unas barbas largas, bermejas como una llama. Los cabellos son de un rojo menos intenso. Su único ojo en mitad de la frente, relumbra como una candela y está rodeado de unas arrugas pálidas con unos puntitos azules.
" Muy altu y muy delgau con los brazos gordos", se viste de una especie de zamarrón pardo de un lienzo desconocido.